domingo, 25 de septiembre de 2011

Il etait une fois...

A pesar de ser un espíritu libre, no me gusta caminar sola salvo que sepa que al final del recorrido me espera alguien y me gusta estar sola en casa si sé que alguien vendrá.


Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país de mi interior, vivía una persona que, de repente, empezó a darse cuenta, a sentir y a reflexionar acerca de la idea de que, en realidad, en su piel habitaba un espíritu libre, uno de esos que caminan sueltos por la vida.
Esa convicción surgió, paradojicamente, mientras su mano era sujetada por otra mano, mientras dormía a diario con él. Sin embargo y a pesar de estar físicamente enlazadas ambas, el contacto ya no era pleno, quedando muchas superficies milimétricas al aire, perdiendo esa sensación mullida y tierna de hogar..
Hacía tiempo que la palabra "yo" había sido suplantada, derrocada, en aquel Reino por la palabra "nosotros" y los lugareños se habían olvidado de su existencia.
La corriente de la vida le (me) arrastraba y yo (ella) me dejaba arrastrar por su fuerza. Era tal la bravura del río que mis brazos, a fuerza de luchar por salir a flote, se habían ido cansando poco a poco, lentamente.
El caso es que un día dejé de sentirlos, primero fueron las yemas de los dedos, después mis manos y luego mis brazos quedaron paralizados, sin que tan siquiera pudiera asirme a una rama de las que bordeaban el río.
Exhausta, me tumbe boca arriba, flotando en el agua y dejando que el río me llevara a su ritmo, a su inercia.
De ese modo, empezó a desplazarme y me desplazó tanto... que un día ya no estaba...

Debí chocar contra una roca en la senda del río.
Me dolió. Me dolió mucho. Me dejó lastimada durante mucho tiempo ...


...


Un acorde de guitarra llegó a mis oídos, recordándome que seguía allí, que seguía aquí.


* Escrito e inspirado en una deliciosa y mágica música, la del genial y mágico compositor canario Enrique Mateu (Unicef).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Me ha encantado! Y el vídeo también...

Yo creo que, en el fondo y en la forma, nunca caminamos solos del todo, de ahí la mano amiga o algo más. Y ¿quién no ha chocado contra una roca (y más de una vez y todo)? Pero lo importante, es saber aprender de ese choque, de esos rasguños, de esas heridas que provocan dolor... pues la vida no es sólo de dos colores.

Tienes un blog encantador, ¡felicidades! Invita a quedarse.

Daltvila dijo...

Gracias anónimo por participa. Estoy de acuerdo en que hay que aprender de la adversidad y seguir adelante fortalecid@

Me hace mucha ilusión que te guste mi blog. Acabo de hacer reforma..

Anónimo dijo...

Hostia, tú!!. Me he equivocado de blog.
Sorry

Anónimo dijo...

Ay va!!; pero si es el tuyo, joer!!.

Qué chulo... Mola de verdad, vieja. En serio.
Lo que no me gusta tanto es el tipo de letra del título. Por poner algún pero, claro.




Las rocas. Las piedras. ¿Sabes?, yo tengo la mía propia; es la misma con la que siempre tropiezo y doy de bruces con la tocha en el suelo. Creo que, a estas alturas, ya hasta la quiero.

Un besazo, Dalt.
;)

Daltvila dijo...

hEto: Agradezco tu sinceridad.

ERES ÚNICO!

* Te advierto que no es definitivo, todo es empeorable. Siempre consigues hacerme reir.