miércoles, 30 de noviembre de 2011

Anarquía poética

Podría alimentarme de tí,
de tu presencia,
de tu estar en silencio.
Podría regenerar mis células,
podría,
con solo tu aliento.
Podría respirar con tu sonrisa
y sonreir con tu mirada,
dormir con tus sueños
y beber en tu almohada.
Podría seguir con mi vida,
acelerada y extraña,
y convertirla en luna
y cobijar tu alma.
Podría seguir viviendo
si me dieras tu palabra,
tu gesto sincero,
tu tiempo, tu nada.
Y sé que me escribes
y sé que me hablas
y sé que me extrañas
cada mañana.



*Sentí el deseo y la necesidad de escribir esto. No soy poetisa. Pido perdón a todos por mi anarquía.

También podría haberse titulado "Poesía desafinada"

jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Por dónde empiezo?

¿Por dónde empiezo?

Hoy he ido al gimnasio a primera hora de la mañana, casi de madrugada, aún estaba oscuro, con la intención de comenzar el día cargada de endorfinas y porque empiezo a estar incómoda dentro de mis vaqueros y esa sensación de estar embutida no la soporto.
Como siempre, me organizo fatal.  Prepararlo todo, ropa, zapatos,champú,... bla, bla, bla... para arreglarme al acabar e irme directamente al trabajo, es una misión imposible. Me recuerda aquel anuncio en el que una mujer se veía incapaz de subir unas escaleras pues veía los peldaños como de un metro o más de altura.
No os voy a contar lo que he olvidado o he perdido por el camino porque me da vergüenza a pesar de que no nos conozcamos personalmente. Mientras yo andaba mareada busca que te busca, las demás estaban la mar de organizadas en el vestuario con sus bolsas perfectamente ordenadas. Una vez que terminaban de arreglarse, me preguntaba cómo era posible guardar en sus pequeñas bolsas aquel miniarmario que llevaban puesto. Yo, sin embargo, he tenido que salir hacia mi coche, medio disfrazada y hecha un espanto porque olvidé además de lo que no quiero contaros, el cepillo del pelo y el maquillaje (tampoco es que me maquille mucho pero lo justo para tener un aire más fresco y saludable, una cosa discretita digamos)...
Al llegar al coche, he abierto el maletero y he procedio a cambiarme las zapatillas por los botines de tacón para subir mi autoestima ocho centímetros aproximadamente. Antes he mirado a una lado y a otro para asegurarme de que nadie me veía y, de repente, de no se sabe dónde, un chico surge de la nada y me saluda con la cabeza con cara de "Tranquila, que yo no he visto nada".
A lo que iba, estoy agotada, me duele todo el cuerpo y no son agujetas, creo que me pasé por no ser menos al lado de mi compañera de setenta años, vecina de mi barrio, que cuando he irrumpido en la clase empezada de spinnig, me ha gritado: "¡Guapa!" y yo que quería pasar desapercibida, casi me la cargo. Me he colocado en la bici más alejada que estaba libre y he hecho la mitad de la mitad que los demás... Me he deshidratado. Por supuesto no llevaba ni agua y esa pequeña toalla que portaban todos sobre el manillar. Yo iba "a pelo", lo que me ponía aún más en evidencia.
Lo único que me ha salvado un poco y me ha animado a llegar al final, además de no pasar el apuro de lucirme por delante de todos para marcharme antes, ha sido que la monitora ha terminado con tres canciones de U2 aceleradas, pero de ellos, al fin y al cabo.

¡Qué cara no se me habrá quedado, que me han recomendado jalea real dos veces en el mismo día de hoy!

La otra opción para caber en mis vaqueros sería hacer dieta pero soy incapaz de renunciar al chocolate, a la tostada, ... Además lo del ejercicio físico es importante por la flexibilidad, etc. etc.

Puede que haya otras opciones.

Mañana creo que me daré un respiro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mi muelle roto

... Hubo un tiempo en el que el hecho de sentirte cerca - digo bien, sentirte porque estabas a mi espalda y ni mi vista ni mi tacto te veían ni te tocaban-, hacía que se removiera algo en mi interior, como si  repentinamente  mis piernas perdieran fuerza, despojándose de sus huesos para sostenerse. Tú, sin saberlo, te acercabas tanto, que sí podía sentir tu respiración, tu olor a tí, tu calor y me habría bastado una brizna de locura para darme la vuelta y besarte. Un día, notando que me ardían las mejillas, me aparté ligeramente sin darme la vuelta y tú con voz suave me pediste que no me moviera. Creo que aquél día ambos nos sentimos a la vez imbuidos el uno del otro sin querer, no queriendo por temerlo.
Recuerdo otro día en que hablábamos de algo tan trivial como los dentistas y nuestros íntimos dientes. No sé qué me mostraste de tu dentadura ni tampoco recuerdo la razón, ni creo que lo supiera tampoco en aquél instante -disculpa mi falta de interés interesado en tí-,  el caso es que me faltó un soplo de adrenalina para besarte, bueno, no exactamente, no era tanto besarte como comerte los labios e inspeccionar minuciosamente aquello que el horrible odontólogo te hizo sin escrúpulos, eso sí, auxiliada por las papilas gustativas de mi lengua. No creas que iba a tener más piedad que él, yo también estaba dispuesta a actuar sin escrúpulos.
Ha pasado mucho tiempo desde aquello, demasiado tiempo, tanto que me parece una eternidad.
Es llamativo que tanta pasión frustrada pueda esfumarse sin dejar ningún rastro y que ahora te tenga tan próximo o más que entonces y no sienta nada de aquello y, sin embargo, creo que contigo me siento como en casa, tan cómoda, que podría estar a tu lado horas y horas e incluso días sin percibir ese no sé qué que en muchas ocasiones, con otras personas, experimento en un momento dado. Ese "no sé qué", cómo explicarlo, es como un muelle que me impulsa a marcharme camino de mi soledad. Ese muelle hace mucho que se rompió cuando hablo contigo y aunque las articulaciones de mis miembros inferiores no evidencian ninguna disfunción, el músculo de mi corazón no envía señal alguna a mi cerebro que me impulse a moverme, a alejarme de tí...

martes, 15 de noviembre de 2011

"Eres una sobreviviente"

"Eres una sobreviviente", me dijo. Lo dijo con un convencimiento pleno, tan rotundo, que por un momento me hizo creer que era así. Mi amiga es de esas personas que no precisan estudiar psicología para ser una gran psicóloga. Iba a decir que es una pena que sea médico pero también en esa profesión cumple un gran papel. Sin embargo, si he de resaltar un don en ella, es el de saber conocer a la gente y saber como acometer con eficacia y practicidad sus problemas, que para ella, para empezar, no son problemas sino simplemente: la vida.
A veces recuerdo esa afirmación suya para inculcarme a mí misma una buena dosis de valentía y de coraje.
Recuerdo que, de pequeña, mi padre siempre me decía que en la vida había que tener coraje, nunca me decía que habia que tener valor o ser fuerte. ´Personalmente pienso que coraje y valor no son sinónimos, el primero requiere un esfuerzo extra, es algo visceral. Esa palabra, en mi niñez, me sonaba arrebatadora, completamente contundente. Yo le miraba con atención, convencida en el fondo de mi ser de que él percibía, por ser mi padre, que yo no era fuerte y que por ello insistía tanto en repetirlo. Con el tiempo descubrí que no era que me conociera mejor por ser su hija sino porque yo era un calco de él en carácter.
Pasaron los años y no sé si logré actuar con coraje, sí con tesón para luchar por las cosas que deseaba pero no todas, siempre se quedó alguna en el tintero, puede que, si no la más importante, si de demasiada importancia.
Mi falta de coraje está demasiado ligada a mi concepción de la vida y de las relaciones humanas. Realmente cundo he sido fuerte, nunca ha sido por mí sino por personas a las que quería muchísimo y he sido la más fuerte y la más luchadora. Los que me observaban y me observan desde fuera me dicen que soy muy fuerte para soportar tantas cosas, pero ellos no me ven cuando mi interior se desploma y me siento terriblemente sola a pesar de saber que muchas personas acudirían raudas  y veloces a mi llamada de auxilio.
Cuando mayor es el problema, mayor es la soledad. Cuando mayor es el problema, más me resisto a transmitir a otros mi sufrimiento.
Esta tarde he ido a la piscina. Hay un pequeño SPA. A esa hora no había nadie y ello me ha permitido llorar en silencio hasta hartarme sin que nadie me viera, dejando confundirse tranquilamente las gotas de agua con mis lágrimas.
Después he continuado con mi vida, pensando en mañana.
Mañana.

viernes, 11 de noviembre de 2011

En busca de un encuentro perdido

Mañana quiero levantarme temprano, aunque sea sábado. Me gustaría darme un largo paseo por la playa, esta vez sola, sin mi perra.
Quiero ver el cielo ir cambiando de color y al sol ascender hasta que brille con tanta fuerza que todo lo vuelva plata.
Me da paz el mar al amanecer, esas aguas calmadas, diáfanas como folios en blanco anhelando que la tinta o el lápiz se apropien de ellos, les posean hasta hacerles despertar a la vida.
Quienes pasean a primera hora poco o nada tienen que ver con el resto. Sus rostros reflejan pensamientos en ebullición, tratando de acoplarse dentro de sus cabezas para que al regresar a casa, les resulte más sencillo continuar con sus existencias. Del paseo dependerá su transitar por la vida esa mañana, ese día.
Resulta curioso que, a esas horas, la gente suele pasear sola o, todo lo más, en compañia de sus perros.
Me pregunto qué ocurriría si en mi deambular despistado, absorta en mí, mirando el mar o la arena en busca de una concha o una caracola, de pronto, levantara la mirada y te encontrara. Aunque no lo sepas, muchas veces me he imaginado, te he imaginado, en encuentros casuales por una calle, en la playa, en esos paseos de árboles interminables,... Resulta curisoso que nunca nos hayamos tropezado, pese a que tengo la absoluta certeza de que tanto tú como yo nos buscamos constantemente, incansablemente, misteriosamente.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Desde un lugar muy lejano ...




El tacto de tus ojos lo siento en mi boca,
la ternura de tu mano, en mi corazón,
me guía a tu mundo, a tu vida,
ansiosa de mostrarme todo, todo tú,
tu entorno y tú.
Cierro mis ojos.
Te veo atentamente.
¡Emanas tanta calidez!
Convertido en el servidor de mi corazón,
me miras ...
Tú y yo ya no estamos aquí.
Acabas de pintar con tus dedos
arcoiris de colores irreales.
Me sonries.
Tu voz, grave de sentimientos graves,
me canta desde un lugar muy lejano, dentro de tí.
Entornas tus ojos y yo besaría tus párpados, rozándolos apenas con mis labios.
Tus rasgos van redibujándose,
se multiplican hasta el infinito de las emociones,
haciéndome temblar de miedo al verte de cara,
por ver de frente al Amor.
Y solo ahora sé que te prometería amor eterno,
amor amputado de olvido,
amor sin retorno,
porque contigo todo lo malo se torna en bueno,
porque no pretendes que se vaya,
porque sabes que es inútil pretenderlo,
porque tú eres más hábil
y trabajas la materia,
la reciclas,
y solo veo tu obra creada de deshechos.
La tristeza la vuelves belleza,
es tu gracia mi inspiración.



Navegamos sobre un mar de puros sentimientos y ya no quiero llegar a ningún puerto, me contento con seguir flotando. No hundirme, sin más.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un día de infraestructura

No sé qué flota últimamente en Bloguer o quizás sea solo casualidad, pero acabo de pasearme por algunos blogs en los que, si bien de diferente forma, se desprendía un aroma de melancolía y de tristeza, algunos incluso con sabor a despedida.
Llevo, creo, cinco meses en esto y siento pena cuando alguien anuncia que se va a despedir del blog.
Pienso que mucho tiene que ver en esto el hecho de que anochezca tan temprano, que pronto se haga de noche.
Hace un rato he salido a dar un paseo con mi perra y no me he cruzado absolutamente con nadie. De no ser porque iba hablando por teléfono, el paseo habría durado escasos minutos. Tan solo las luces detrás de las ventanas dejaban adivinar la vida. Por contrapartida, la noche estaba hermosa, el aire limpio, olia a vegetación fresca tras las pasadas lluvias.
Yo, por mi parte, en cuanto apague el ordenador, me voy a dar una ducha caliente, me voy a poner mi pijama, voy a cenar algo sano (hoy he decidido volver a comer sano y hacer deporte,...), después encenderé unas velitas en el salón y me acurrucaré en el sofá con mi mantita que por fin apetece y, o bien seguiré leyendo la novela que tengo últimamente entre manos o veré una película.

Hoy ha sido un día raro, de esos que parecen de infraestructura para los restantes pero me quedo con lo bueno. No debería quejarme. No debería de ninguna de las maneras. Quejarse es altamente nocivo para el estado de ánimo, los expertos lo han comprobado y hasta lo han afirmado. Es sin duda mucho mejor decir en voz alta que te va bien, que hay mucho de positivo y es que lo hay...

¡Eh, tú! ¡Sí, TÚ! ¡No pongas esa cara de increculidad, que te veo! Te aseguro que es así  y nada ni nadie tiene la suficiente fuerza ni el poder de enturbiar tanto bueno.