lunes, 16 de enero de 2012

La dulce serenidad de lo anodino

Había bajado ya la persiana de la terraza con la intención de meterme en la cama, leer un poco y dormirme, pero el viento golpeaba con fuerza el toldo y me he visto obligada a subir la persiana de nuevo y recogerlo.
El viento esta noche tiene un sonido desapacible y, sin embargo, el calor dentro de casa y la calma aquí hacen que me sienta abrigada, reconfortada. Me apena tener que dormirme ahora y perderme esto.
Esta tarde disfruté de un pequeño paseo, el primer paseo realmente invernal. Ha sido el primer día que he rodeado mi cuello con mi bufanda de lana, tapándome hasta las orejas. El aire olía a leña. Era un aire fresco, limpio, de ramas de árboles desnudas de hojas, aparentemente secas, de vida latente, de letargo sosegado.
La semana empezó bien. ¡No! No pienses que pasó nada extraordinario sino todo lo contrario. Creo que simplemente fue un día ordenado. Puede que para que resulte de ese modo haya de invertir un poco de tiempo en plantearlo, en programarlo, un tiempo mínimo pero necesario.
Trabajé bastante pero no me cansé. Tenía la ilusión de ir después a una clase de yoga. Milagrosamente fui capaz de llegar a tiempo sin prisas, de poder charlar con unas compañeras unos minutos antes de que empezase. Conversación anodina, lejos de mi acelerado trabajo, a años luz de él. Conversación de recetas de cocina, de unos higos sabrosos que preparan en no sé que parte de Extremadura con licor y chocolate, de un sorbete de higos, ...
Fue una práctica de yoga dura pero en la relajación me sentía tan bien que cuando la profesora dijo que cuando quisieramos podíamos ir saliendo de ella, yo no quería incorporrme, me habría encantado que alguien me hubiese tapado con una gruesa manta y haber permanecido así, medio dormitando, sintiendo fluir mi cuerpo en su reposo.
La tarde me deparó alguna sorpresiva noticia, sorpresa esperada o quizás "esperable", previsible, posible. Sorpresa no deseable pero me sorprendí a mí misma afrontándola serenamente, transcurriendo por ella como una gracil sirena y saliendo a la superficie con suavidad pero con determinación, segura.
Tengo la tonta impresión de que hoy ha empezado algo, algo bueno.

6 comentarios:

M dijo...

Tienes el don de hacer que te vea en tus movimietos, en la esterilla de yoga, bajando las persianas...

el paseante dijo...

Me alegra que el viento te haya desperezado para transmitirnos tu paz de este inicio de semana. Espero que hoy haya empezado algo bueno.

Ada dijo...

En lugar de ecuaciones y raíces cuadradas deberían enseñarnos meditación y relajación en las escuelas.

Anónimo dijo...

Me gusta tu dulce cotidianidad, Daltvila.

Post tierno en donde describes como lo cotidiano puede ser dulce, sereno, amable... Y hasta anodino... Si bien, a mi modo de ver, no lo veo tan anodino.

Un abrazo desde mi ALMA ZEN a la tuya!

Tempus fugit dijo...

La auténtica práctica del yoga empieza al terminar las sesiones...
Has conseguido comunicar perfectamente el estado de ataraxia.

besos

Daltvila dijo...

Gracias Mónica.
Supongo que todos perseguimos transmitir, a través de nueestras palabras, contar-nos, a nosotros mismos y a los demás.
Un abrazo