Querido Diego:
Fueron sólo unos instantes, los más amargos de mi vida, pero sólo unos segundos. Desde entonces nunca te he negado. Sin embargo, aquel día mi falta de coraje impidió que, cuando te cogí en brazos, te cubriera de besos.
Ocurrió en la fría madrugada del 13 de febrero de 1986 a las seis y veinte de la mañana. Por fin habías venido al mundo, con llanto y con rabia, porque abandonaste el cómodo refugio que durante nueve meses te había mimado, acunado, alimentado, hablado, dormido.
Cuando te vi por primer a vez y me di cuente de que tenías "ojos de chinito"-nunca se borrará de mí la imagen de la monja que te mecía_, se me vino el mundo encima. Fui un cobarde que se atragantó de miedo ante ti y ante la vida. No tuve valor para besarte. Sólo te abracé y lloré...
Nunca me lo perdonaré.
Tampoco sabrás cuántas noches he pasado en vela pidiéndote perdñon en el silencio interior que grita y aventa el alma, imaginando mil formas nuevas de darte cuanto estuviera en mi mano en el mismo instante en que cada mañana a las siete, matemáticamente puntual, llegabas a nuestra cama con tu lengua de estropajo para espetarnos: "¿Qué pasa aquí? Ya es la hora."
Fueron sólo unos minutos, pero nunca sabrás cuánto he deseado borrarlos, que no hubieran pasado, que tuviera una segunda oportunidad para redimirlos. Inmediatamente aprendí a quererte. Con locura..
Cuando comprendí que tu sonrisa no tenía doblez, que tu llanto era de verdad, que le hacías un mohín a la vida y un guiño a mi corazón, no dudé más.
Tampoco te acordará, pero otra noche te arranqué dormido de la cuna-y tú sonriendo y yo llorando-, te juré que siempre serías feliz, que nada ni nadie, mientras yo tenga un hálito de vida, podrá impedir que seas feliz...
Esta mañana, como cada dia desde hace tanto y como cada día haré durante el resto de mi vida, he pensado qué podría hacer por ti, y lo mejor que se me ha ocurrido es escribirte..solo para pedirte perdón ante todos, sólo para decirte, sin cansarme jamásde este juego eterno de palabras a menudo tan vagamente pronunciadas, que no te negaré más, que no te traicionaré más, que te quiero, hijo.
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Ando todo el día en casa vagueando, durmiendo una siesta del borrego y sobre todo, preparando una ponencia para dentro de unas semanas. Sumergida en ello, empezando con desgana y acabando sintiendo en el alma al leer esta carta que me hace romper a llorar nada más empezar y que me llega al corazón en cada linea que le sigue. Leo que es una carta que escribió Francisco Justicia, quien fue redactor-jefe de El Mundo a su hijo con ocasión de un Congreso Internacional de Síndrome de Down.
Me parece muy importante que seamos capaces de hacer el esfuerzo de reconocer que hay otras realidades y de meternos en la piel de quienes las viven en primera o en segunda persona.
Se da la casualidad de que acabo de leer ese libro que os dije dos entradas atrás, "Una cocina a prueba de ratones" en el que una pareja tiene una niña que sufre parálisis cerebral, contando la autora todos los sentimientos que se desencadenan.
En esta racha de crisis provocada por tantas manos ansiosas de dinero y tantos corazones deshumanizados, las personas discapacitadas y sus familias han pasado a estar más a la cola que nunca, olvidados completamente. La Ley de Dependencia parece que solo fue una promesa más de las incumplidas y que a los políticos les da igual que estas personas salgan a la calle pidiendo ayuda y nosotros, ajenos a ellos, tardamos`poco en olvidarles ante este bombardeo frenético de noticias que nos tiene entretenidos y ocupados.