domingo, 25 de diciembre de 2011

Escapada en la sobremesa del día de Navidad

Acabo de comer con mi familia y en este rato tonto de recoger la mesa y preparar un té de navidad y los dulces, estaba sonando mi canción navideña favorita del CD que escucho cada año mientras montamos el árbol y he querido compartirlo con todos vosotros (me he escapado disimuladamente). Quiero hacerlo porque en este peculiar mundo Bloguer que descubrí este año he encontrado a gente maravillosa y aunque, desincronizados y no en tiempo real, me he comunicado con vosotros y me habéis aportado muchísimo.

FELIZ NAVIDAD

jueves, 22 de diciembre de 2011

Día desincronizado

Esta luz tan intensa, el vivo y limpio azul del cielo, este calor a destiempo justo cuando da comienzo el invierno,... me descolocan y convierten mi día en un día desincronizado, zigzagueante, en una laberinto imposible. Da igual que tome la derecha, da igual que tome la izquierda o que siga de frente. Vaya donde vaya, todo el día acabo tropezando con caminos cortados, sin salida o con salidas prohibidas temporalmente.
Por la mañana, apenas salgo de casa, siento que estoy ante una aparición. Por la acera de enfrente camina un niño de unos cinco años vestido de angelito en busca de su belén. Su traje es del mismo azul que viste hoy el cielo y sus alas son blancas y algodonosas, mullidas, tiernas.






Mi imaginación, sin detenerse a pedirme permiso, cruza decidida la calle y arrebata las alas al niño y son tan reales, tan preciosas, que me hacen volar a otro tiempo...
El pitido de un coche me sorprende con un pie en la carretera, al caer de repente desde lo alto, sobresaltada por su estruendo.
Sigo con mi guión preestablecido para la jornada cual actriz perfeccionista y entregada.
Hoy termino tarde en el trabajo y en lugar de comer un plato de caliente, me tomo un bocadillo de jamón con tomate acompañado de un zumo de naranja en una pequeña cafetería de la plaza de un pueblo. Me acompaña una compañera que con el paso del tiempo y a fuerza de compartir confidencias buenas y malas o más malas que buenas (las confidencias malas unen más, indiscutiblemente)  mutó a amiga. Ella se toma un triste cortado con sacarina.
En ello estamos cuando de pronto irrumpen en la cafetería dos personas, una de ellas desmayada y sostenida por la otra. La sienta en una silla y empieza a gritar "¿Qué te pasa?¿Qué te pasa?"
Nos acercamos rapidamente y nos ofrecemos a llamar al 112 pero vemos que el acompañante acaba de marcar en su teléfono movil. Le pregunto si ya está llamando él y responde que no y comienza a hablar con alguien relajadamente mientras su amiga permanece en la silla inconsciente. Nunca dejaré de sorprenderme.
Finalmente la desmauyada reacciona al ponerle el camarero un paño de agua fria sobre la frente.
Nos marchamos y yo me quedo con una sensación extraña al salir, cuando veo los veladores al sol, vacios, Terraza de verano en una plaza de invierno.
Al llegar esta tarde a casa, me tomé un té con dos onzas de chocolate negro y después paseé a mi perra que andaba desesperada por salir. La paseé deprisa porque tenía pensado ir a una clase de yoga.
Mi perra se entretuvo con unos chicos que estaban pescando y que habían dejado restos de comida a su alrededor. Jugamos al gato y al ratón al tratar de alcanzarla y atarle de nuevo la correa.
Me doy cuenta de que habré de correr mucho para llegar a tiempo. Decido arriesgarme. En el camino tengo la mala suerte de encontrarme deltante un autobus escolar que va a paso tortuga y se detiene en cada parada. Sé que si llego diez minutos tarde, encontraré la sala cerrada y que no podré reengancharme de ningun modo porque la profesora, al parecer, es sumamente estricta con ello.
Aparco de cualquier manera y corro hacia la puerta.
Cerrada a cal y canto.
Miro adentro a través del cristal de la puerta con una enorme envidia y desazón. La lentitud de los movimientos y la paz que se respira dentro contrasta con los latidos acelerados de mi corazón y mi respiración agitada.
Pienso: Si las cosas han venido así, iré al FNAC a comprar un libro que quiero regalar y "La tregua" de Benedetti que pienso autoregalarme.
Me relajo, me entretengo, disfruto, observo,... Hoy  el local tiene un aire diferente, se nota que la gente ha salido a comprar los regalos de Navidad. Después de hacer cola para pagar y una vez que los libros ya han sido metidos por la cajera en la bolsa, rezumando yo felicidad por todos los poros de mi cuerpo ante el subidón de adrenalina que experimento ante un libro a punto de leer, descubro que olvidé la cartera en casa. La chica me mira divertida mientras yo revuelvo el interior de mi bolso que parece un pozo de sorpresas. Nada.
Decido dar una vuelta, pues no tengo fuerzas de volver a mi casa a por la cartera y regresar.
La ciudad está imposible de gente.
Me voy a por el coche. Elijo la salida del parking que creo me viene mejor pero resulta que la calle a la que da está cerrada por obras. Me veo obligada a dar una vuelta impresionante para ir a parar a la otra punta de la ciudad, por la que nunca salgo. Un semáforo se pone en rojo. Levanto la vista desganada y le veo pasar.
Parece regresar de una comida de trabajo. Conversa con alguien con aire igualmente desganado, cansado.
Es extraño cuando obsevas a distancia a alguien a quien siempre tuviste cerca. Cuando le observas sin ser visto.

FELIZ NAVIDAD !!! y suerte con la lotería

F E L I Z      N A V I D A D


a tod@s y


SUERTE CON LA LOTERÍA!

Hoy es el día de los tópicos, el día de la salud, el día de "tapar agujeros", el del grave que dice "invertir en algo con futuro", el de "que se vaya el gordo para los más necesitados", el que se escurre de las cámaras...Yo no puedo evitar emocionarme con las imágenes de televisión dende salen los ganadores en un bar, todos borrachos, descorchando botellas de cava, pegando saltos, con un matasuegras en la boca y gorros de Papa Noel en la cabeza. Creo que se debe a que es algo que vengo viendo en la tele desde que era pequeña y el soniquete de los niños de San Ildefonso me trae recuerdos.


* Si a alguno os toca, no os olvidéis de vuestros seguidores.
Por cierto, mi correo electrónico aparece en mi perfil para facilitaros mi cuenta.



Un fuerte abrazo

domingo, 18 de diciembre de 2011

KARAOKE Y CANELA

Llevo desde el viernes a mediodía asistiendo a comidas y cenas prenavideñas, del trabajo y de amigos, compensando con alcachofas al vapor y pescado a la plancha. La compensación del resto (karaoke, bailoteos,....) solo puedo llevarla a efecto a través del sueño y del descanso.

El caso es que a pesar de tanta comida y cena celebrando las fiestas que vienen, del alumbrado público y del olor a castañas asadas, este año no acabo de sentir el espíritu de la Navidad.

Anoche salí con el serio propósito de regresar tan pronto acabaramos de cenar pero he llegado al convencimiento de que soy tremendamente blanda porque me liaron, esgrimiendo razones endebles del tipo de "Piensa que la próxima semana no vamos a salir porque vamos a hacer vida familiar", "No puedes hacernos esto" (¿el qué?, me pregunto hoy, anoche me sentía una traidora de mis amigos) y acabé llegando a casa de madrugada. Para colmo, recuerdo que nos hicieron una foto en un pub, de esas que luego cuelgan en su web o en el propio local ¡HORROR!*

El otro día le decía a mi madre, a propósito de que estoy tomando jalea real:

Entiéndeme mamá, ¡Tengo que tomarla para poder aguantar esta vida de adolescente que llevo últimamente!

Esta tarde iba a ir también a casa de unos amigos que me habían invitado pero finalmente ha surgido un imprevisto y me quedo en casita.
Tan pronto me lo ha dicho mi amiga, he encendido la calefacción y unas luces hermosas que he metido esta mañana en un alto jarrón de cristal que me regalaron un mes de mayo. A continuación, me he puesto música brasileña por contraste y me ha puesto a cocinar un chutney de pera.
El aroma que desprende al cocerse llena el espacio del aire de canela, nuez moscada, piel de naranja, ...
Pienso en guardar un frasco del que haga para ellos, para que acompañen un delicioso paté estas fiestas y me recuerden aunque yo no esté.
Cuando regalas una mermelada o un chutney de pera, sirva el ejemplo, regalas no solo la conserva en sí, sino tu tiempo y el amor que le pones al cocinar.

Hoy luce un sol hermoso de invierno que proyecta reflejos y sombras en el interior de mi casa, haciéndola especialmente bella,  por cursi que suene.




* Escribe cien veces: NO VOLVERÉ A POSAR PARA LA FOTO DE UN PUB.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Desapareces con el viento

Todo está en movimiento. La vida fluye en rizos que se suceden interminables, adhiriéndose unos a otros, encadenándose imperceptiblemente, infinitos.
Entre todo este ajetreo, mezclada con personas que hablan a través de sus teléfonos moviles, incansables, absortas, sin ser conscientes de que elevan su voz por encima de su tono normal, haciéndonos partícipes de sus conversaciones que se entremezclan, se superponen, compartiendo sus intimidades, desnudando sus almas exhibicionistas, sin rubor.
Huyo de aquí. Huyo de este espacio.
Extraigo mi teléfono del bolso, en un acto de mimetismo.
En lugar de sumarme al cónclave de diálogos partidos por la mitad, monólogos incompletos, me refugio en el buzón de entrada de mi aparato.
Comienzo a borrar mensajes viejos. Algunos se remontan a más de un año atrás.
Sigo el orden cronológico estricto.
Observo que su nombre se repite, empieza a sucederse hasta abarcar practicamente la lista de mensajes.
Abro el primero: "Tiene tres llamadas que no le han dejado mensaje".
El siguiente contiene un mensaje de voz. Mi abuela siempre me decía de pequeña que las palabras se las lleva el viento y que lo escrito, ahí queda. Me apresuro a marcar el 123. Imposible escuchar su contenido.
Siento un vacío.
El tiempo pasado ya no está.
Borro esas entradas y sigo comprobando que pasó mucho tiempo hasta que empezaras a imprimir tus palabras en forma de texto. Al principio un simple O.K. hasta llegar a mensajes que se sucedían con textos extensos.
Luego desapareces.
Desapareces con el viento.
Desapareces como tus palabras.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Santa Lucía

Mañana es Santa Lucía, empieza la Navidad.

Últimamente observo que hay muchos detractores de la Navidad. En realidad, hay amantes de estas fechas y hay quienes desearían escapar a una isla tropical y beberse un coco en lugar de brindar con cava. Lo que indiscutiblemente no se da en esta cuestión son medias tintas.
Yo, no me atrevo mucho a decirlo, pues es como ser rojo en los tiempos que corren, pero lo voy a dejar aquí por escrito, aunque me arriesgue a que me lancéis tomates:

                                      ¡ ME ENCANTA LA NAVIDAD!

Hoy, víspera del 13 de diciembre, he puesto el árbol en casa y he disfrutado haciéndolo mientras sonaban de fondo, como cada año, canciones de Navidad cantadas por Frank Sinatra y varias velas iluminaban el salón, a falta de un buen fuego en una chimenea.
El año pasado hice exactamente lo mismo, importándome menos que nada que el 2010 hubiese sido probablemente el peor año de mi vida, con diferencia. Pase lo que pase, este ritual lo repetiré y me convertiré yo en la Papá Noel que haga realidad los sueños que estén en mi mano para los demás.
Hace un año me ví incluso obligada a buscarme un paje en el último momento. Fue emocionante culminar todos los preparativos la tarde de Nochebuena para conseguir una gran y preciosa sonrisa en la cara de alguien muy especial que tanto lo necesitaba.
Creo que ni mi ayudante ni yo olvidaremos ese día. Mi ayudante que, gracias a ello, se convirtió en un gran amigo cuando en aquel momento creo que nos habíamos visto tres veces.
La vida es increiblemente generosa cuando no le cerramos las puertas.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Demasiada sensatez

Al día siguiente, a la misma hora, nos encontramos en el aeropuerto. Ambos sabíamos que sería así porque ambos nos buscábamos, sabiendo que nuestros vuelos eran consecutivos y próximos en el tiempo.
Me prometí a mí misma que esta vez no te dejaría marchar sin un teléfono o una cuenta de correo, algo, un hilo con el que seguir conectados, empezar a conectarnos.
Buscaste el mejor sitio para sorprenderme al entrar e inmediatamente te pusiste en pie y saludaste efusivamente, con tu amplia y generosa sonrisa.
El día anterior me dijiste: "Solo te esperaré diez minutos". Sé que todo en mi parecían excusas, pretextos, mentiras piadosas. Cuando nos hicimos todos una foto y yo me negué a sentarme sobre tus piernas, tú, ofendido, me dijiste que estaba muy tensa. Era verdad. Estaba tensa porque nada más verte, cuando todavía no sabía que acabaríamos conociéndonos, ejerciste sobre mí una fuerza atractiva enorme.
Tu reacción y tu comentario denotaron poca confianza en tu físico, en tu envoltorio. Ignoras que tu sonrisa y todo tú resultáis completamente envolventes.
Regresé, media hora más tarde y ya no estabas.
En el aeropuerto te mostraste dolido y me dijiste que te quedaste esperando. Yo también esperé el resto de la noche y el día siguiente para verte antes de que tomaras el avión.
Por fin estábamos allí. Tú apurando al máximo el tiempo con nosotros a pesar del temor de tu amigo a que perdiéseis el vuelo.
Y sacaste tu teléfono para mostrarme unas fotos y, al acabar, no lo guardaste y jugaste con él en tus manos.
Me mirabas con tristeza en los ojos, con nostalgia de aquello que no pasó y que nunca pasaría.
Tu amigo te echó un capote al preguntar qué haríamos las siguientes vacaciones.
No te pedí el teléfono.
El tiempo pasó y nos despedimos con un largo abrazo lleno de contenido y de adelantada añoranza. 

Pasaron unos minutos.
Me levanté de un salto y empecé a correr hacia los controles de acceso, los pasé y busqué tu puerta de embarque. Al llegar, ya no quedaba nadie.
Vi despegar tu avión.

Demasiado lejos. Demasiado dífícil.



El otro día, hablando con unos amigos, sobre lo divino y lo humano, les decía que me gustaría vivir de un modo más despreocupado, menos racional y sensato.

martes, 6 de diciembre de 2011

Noche hechizada

Estamos cenando en una terracita de una alegre ciudad. Después de ponernos de acuerdo respecto al sitio, titubeando entre tres locales con mesitas afuera (es lo que tiene juntarse tres con tres personalidades tan marcadas), nos sentamos en unos taburetes junto a una pequeña mesa arrimados al tronco de un naranjo.
Si fuera primavera, olería a azahar.
Si fuera verano, vestiríamos ligeros vestidos de tirantes.
Si fuera invierno, buscaríamos el calor en el interior, huyendo de la humedad y el helor de la noche.
El otoño no ha finalizado y la temperatura de la velada, hace que el bullicio y la alegría estén aquí, en la calle, convirtiendo el interior en un vestíbulo en el que los camareros entran y salen ágiles con bandejas cargadas de vino y deliciosas tapas.
Entre risas, la escena cambia para mí y esto hace que me acuerde sin remedio de talvezquisedecir@blogspot.com y su "La mesa de al lado".
Llega con su amigo y se sienta sin quitarse su pequeña mochila a la espalda. Su sonrisa ilumina todo y me contagia su contento, acrecentando el mío.
Esta noche todos estamos bajo un maravilloso hechizo que nos hace departir con cuantos nos rodean e incluso, a veces, con quienes pasan junto a nuestras mesas.
Al lado, una joven parejita de Erasmus, francesa, se dirige a mí y no sé cómo acabamos hablando en mi francés de aficionada y su español estrenado. Cuando nos permitimos mutuamente seguir saboreando la deliciosa comida y el buen vino, observo que ellos, nuestros vecinos de la izquierda, siguen hablando con nosotros, sus vecinos de la derecha, y acabamos riendo, bromeando, brindando y celebrando la mágica vida.


Si fuera contigo,

sería yo.